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jueves, 29 de abril de 2010

UN PEQUEÑO VIAJE A TU CORAZÓN


Era una noche suave, casi fría, como cuando abres la nevera y solo ves una sombra blanca que aun respira. Yo mire tus ojos, tú miraste los míos y como dos candelabros torpes entrelazados se encendían.

Caminamos mientras hablabas de que alguien te quería y yo con la mirada sorprendida y en silencio mantenía mis ojos sobre ti, pues no quería dejarte, sólo quería que descubrieses lo que mi corazón secretamente escondía.

A muchos metros la catedral ya dormía y tus manos y mis manos transpiraban mientras tus labios se reían.

Yo me acerqué a ti y no me atrevía, quería sentirme de ti aunque no eres mía.

Quería besarte porque ya era mucho lo que me atraía, pero no pude porque tu sonrisa y tu mirada pura me envestía.

La noche era amable como para jugar por la avenida y cruzar la pista sin pensar que amanecía.

Aún no era tarde para correr por esa vía y tomar tus manos blancas para cuidar tu vida.

Tomamos un bus que nos llevó a casa y como siempre te hice reír y me reía, y tu dolor era fugaz y donde íbamos siempre iba tu alegría.

Me despedí triste, con los brazos en espera de su última ruta de libertad.

Eras clara a pesar de la noche que me decía que quizá esto no podría ser verdad.

Te soñé esa noche y me enamoré de ti en una inmensa soledad:
Primero fui una fosa, luego un velero a medio litoral y finalmente fui un beso… un beso tuyo a medio terminar.

Sabía que no podía amarte porque el amor era lejano y ajeno pero tu sombra y mi sombra como un soplo aventurado llegaron a juntarse esa bella noche.

No sé si estoy buscándote ahora, o quizá algún día te llegaré a amar,
pero te busqué desde mucho antes, más que ahora… mucho más.

Volví a ti como vuelve el amor al corazón infinito y te adoré apasionado, por inercia, por tus virtudes, por nuestros instintos.

No sé si amas a otro con la misma ternura y con el mismo secreto de tus ojos ligeramente solitarios.

A veces siento celos existenciales y divinos, celos que indagan, que no me ponen a salvo desde que nos conocimos.

Los días pasaron como una atmósfera de caricias, casi palpable y con demasiada ilusión. Nos separamos y nos volvimos a juntar por el sonido, por la mirada y por tantas cosas que provocó nuestro intenso amor.

Una noche me exilié en ti, en tus brazos albinos, en tus besos náufragos y duraderos. Te pertenecí y ambos encadenamos nuestros cuerpos tibios entre sábanas de menta, entre hogueras y entre pequeños y suavizados invernaderos.

Te quise con el amor verdadero, quise a Dios por un instante, quise un sueño para ti y que cuando despertarás te hubiese regresado a tu niñez y te hubiese buscado con un par de monedas para invitarte a la catedral que tanto te gustaba verla dormidita de noche.

Tiemblo al pensar que tienes que vivir este día con la salud intranquila, que te me vas que te me quedas en este corto viaje que viví hasta el último segundo de mi vida.

Así fue que te miré y me miraste y otra vez en alguna tarde me preguntaré sin que los sepas… ¿volveré a amarte?

Jesús Ssicha

1 comentario:

Anónimo dijo...

capaz no volveras amar a la misma persona pero con calma encontraras a algien que si te valore galletia eres lo maximo..!!

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