Tú nariz era tan suave y tibia como los pequeños marshmallows que nos comíamos en invierno, tantas veces besé esa nariz redondita y con un brillo tenue que se alejaba cuando me acercaba a besarte la boca, siempre me enamoró tu nariz entre mi pecho, entre mi cuello y entre mi propia nariz. Cada vez que te hacia enojar engordabas tu voluble nariz por tu apresurada respiración pero así tenga otra forma igual no podría haberla dejado de amar porque perteneció al ser que amé con tanta devoción absoluta y desinteresada.
Me encantaba cuando me respirabas al oído y los sonidos termales que procreabas cuando hacíamos el amor, tantas veces nos resfriamos por quedarnos dormidos solamente con nuestras epidermis entrelazadas y al rato ver tu nariz sonrojada por la repentina enfermedad nasal. Pero lo que nunca me voy a perdonar es haberte hecho llorar por cosas que uno dice sin medir el tamaño de la palabras y ver recorrer lágrimas oceánicas de ese pequeño cielo en tu mirada y muy cerca de esa naricita que algún día besé con tanto amor, lágrimas que finalmente vi surcar también por esos labios que más que sus besos, me dieron esa palabra que no cuesta nada pero que al escucharla atesora hasta al más miserable de los mortales… ¡Te amo! Y si no fuera por el aire, por tus pulmones, por tu corazón, por tu bella nariz y por las cosas que nos enamoraron no podría haber escuchado nuevamente ¡Te amo!
Llevo tanto tiempo sin ver tu naricita de franela, pero donde esté respirando ahora, estará respirando también mi corazón y deseo tanto que este suspiro que emerge desde muy dentro viaje en el viento hacia tus hoyitos que alguna vez hurtó mi aire que al final era nuestra aire, nuestra atmósfera, nuestro sorbo de vida y que sin el no podríamos vivir pero estando tú y yo alejados es como respirar fuera de nuestro mundo, es como respirar agua salada, es como no tener nariz.
Extraño el sonido de tu cansancio, de tu alegría, de tu tristeza, de tu entrega, de tu enfermedad, de tu sincero amor y extraño con un puñal de melancolía el aire que compartimos el último momento en que nos decíamos adiós en nuestras tristes y sollozas narices.
Jesús Ssicha
skip to main |
skip to sidebar
No hay comentarios:
Publicar un comentario