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martes, 10 de agosto de 2010

EL CLARO DESEO DEL AMOR



Es de noche,
un silencio repartido
en pequeños pedazos de besos
y frente a nuestra cama de paja y de hilo
un racimo de cielo colgado en el viento.

Tu fina y tibia cabellera de trigo
reposa en mi cuello sediento,
y desde siempre mi corazón estará contigo
y desde siempre tu corazón latirá en mi pecho.

A media luz, anido tus praderas y tus montañas
desde estos termales deseos míos
y como una manta de viento en la mañana
me acerco al suave desierto de tu ombligo.

El amor emerge de tus sienes desnudos
y en tus labios mi hombro,
y en mis besos tus muslos,
las ansias de sed en tus senos
y el panal de tu voz en los muros.

Y tú te acercas a mí como un abanico de rosas,
y tu perfume y tu belleza germina en tus manos,
y tan cerca, muy cerca como la flor a las mariposas
aterrizas tu vientre con tus jardines salados.

Te sucumbes en medio de enfrentamientos volcánicos
y tus pies se elevan como lanzas de inciensos,
mi cuerpo se desliza a tu cuerpo como lluvias de invierno
y tus labios se siembra a mis labios como semillas de besos.

El amor que eclipsa aromatiza las almohadas
como el olor del pan caliente a las canastas de piel
y junto a nuestros besos el calor de una cama,
y junto nuestras bocas el sabor de la miel.

Dentro de tu arco teñido de fiebre,
emigran mis castañas caricias
y al sur las gaviotas de noviembre
y al norte mis blancas cenizas.

Nuestras siluetas de imán se anclan en la misma piedra
y nuestra red fosforece cada vez que te atrapa la voz
y desde nuestra enredadera hasta nuestra tibia cabecera
me ato a tu mirar con los mismos lazos que no matan
pero que desatan las caricias verdaderas
y liberan el claro deseo del amor.

Jesús Ssicha Leer más...